La Ofrenda como una Contribución[1]

Una palabra que se usa con frecuencia para referirse a las ofrendas es terumah, que significa “contribución” (Números 18: 8, 19; Levítico 22: 12).[2] Terumah probablemente proviene de la raíz hifil del verbo rum, que significa “elevar”[3] y se refiere al acto de apartar una porción y destinarla a un propósito específico. Cuando un creyente aparta una parte de sus pertenencias y la asigna a un propósito sagrado (por ejemplo, para promover la misión de Dios), está consagrando esa parte.

Una contribución implica la existencia de un fondo común o recaudación para un propósito definido. Los oferentes contribuyen a esa recaudación porque creen en su propósito y quieren promoverla y sumar sus recursos al proyecto. Por ejemplo, los hijos de Israel se identificaron con la misión de Dios dando generosamente ofrendas para la construcción del templo, al punto que se les pidió que no trajeran más ofrendas (Éxodo 35; 36). Esta descripción de las ofrendas nos lleva más allá de una expresión de amor (un regalo) y reconocimiento (un tributo) a una de apoyo. Una contribución implica el compromiso del donante con la misión de Dios en la tierra. Los oferentes son ahora colaboradores de Dios, y como socios, no sólo participan de los desafíos y dificultades de la empresa divina, sino que también participan de sus logros y recompensas.

De manera similar, ciertas ofrendas o partes de ellas se describían con la palabra tenupha, que significa “ofrenda mecida” u “ofrenda elevada”.[4] La ofrenda se balanceaba o se elevaba hacia el altar antes de ser quemada.[5] Ese gesto era un acto de consagración. La ofrenda mecida estaba destinada a un uso especial.[6] De hecho, Números 8: 11–21 presenta a los levitas como una ofrenda a Dios. Habían sido apartados de entre los hijos de Israel y habían sido consagrados al servicio de Dios, y ahora le pertenecían (versículo 14). Los levitas eran la ofrenda que los hijos de Israel habían dado como contribución a la misión de Dios en la tierra.

Debemos dar con entendimiento espiritual

Las ofrendas son nuestra contribución a la misión de Dios en la tierra. Cuando damos nuestras ofrendas, no solo mostramos a Dios nuestro amor, devoción y gratitud, sino que también damos evidencia de nuestro compromiso con su obra en este mundo; nos convertimos en sus socios y cooperamos con él (1 Corintios 3: 9).

Dios ha asignado sus recursos entre sus hijos con el propósito específico de que contribuyan al avance de su obra.[7] El apóstol Pablo dice que los hijos de Dios deben ser llenos del conocimiento de la voluntad de Dios, y esto es posible mediante “la sabiduría y el entendimiento espiritual”, es decir, mediante la sabiduría y el entendimiento que da el Espíritu (Colosenses 1: 9).[8]

Dios proveyó para las necesidades de Pablo en Tesalónica a través de contribuciones monetarias hechas por creyentes en Filipos (Filipenses 4: 10–19). Pablo explicó, sin embargo, que las donaciones que fueron enviadas para sostenerlo en la obra del evangelio fueron recibidas por Dios como “olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios” (versículo 18). Asimismo, Dios proveyó para las necesidades de la iglesia en Jerusalén a través de la ofrenda que Pablo recolectó en las iglesias de los gentiles (Romanos 15: 25–27; 2 Corintios 8; 9). Los creyentes necesitan aprender a escuchar la voz del Espíritu para poder dar con sabiduría y entendimiento espiritual.

Prestemos atención a esta declaración inspirada:

Dios en sus sabios planes hizo depender el avance de su causa de los esfuerzos personales de su pueblo, y de sus ofrendas voluntarias. Aceptando la cooperación del hombre en el gran plan de redención, le confirió señalada honra. El ministro no puede predicar a menos que se lo envíe. La obra de dispensar luz no incumbe solo a los ministros. Cada persona, al llegar a ser miembro de la iglesia, se compromete a ser representante de Cristo, y a vivir la verdad que profesa. Los que siguen a Cristo deben llevar adelante la obra que él les dejó hacer cuando ascendió al cielo.[9]

Félix H. Cortez es profesor de Literatura del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día de la Universidad Andrews.


[1] Tomado de Félix H. Cortez, God Will Provide: Tithes, Offerings, and Our Spiritual Life (Doral, FL: IADPA, 2021), 87, 88, 101, 102.

[2]Ludwig Koehler et al., Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament, vol. 4 (Leiden, Netherlands: Brill, 1999), 1788, 1789. Ocurre 76 veces en el Antiguo Testamento; véase L. Wächter and T. Seidl, “Terumah,” Theological Dictionary of the Old Testament, vol. 15 (Grand Rapids: Eerdmans, 2006). 771.

[3] L. Wächter and T. Seidl, “Terumah,” p. 771

[4] Roy Gane, The NIV Application Commentary: Leviticus, Numbers (Grand Rapids: Zondervan, 2004), 156, sugiere “ofrenda elevada”.

[5] Éxodo 29: 24; Levítico 7: 30, 34; 8: 27, 29; 9: 21; 10: 14, 15; 14: 12, 21, 24; 23: 15, 17, 20; Números 6: 20; 18: 11, 18.

[6] Por ejemplo, una parte de la ofrenda de paz se dedicaba o consagraba a los sacerdotes agitándola o levantándola (Levítico 7: 28–36). Otros pasajes que relacionan esta ofrenda con el concepto de consagración son Éxodo 29: 22–24, 26, 27; 35: 22; 38: 24, 29.

[7] Véase Testimonios para la iglesia, vol. 4 (Bogotá, Colombia: APIA, 2007), 454.

[8] Todas las citas de las Escrituras son de la Reina-Valera 1995 Reina-Valera 95® © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Usado con permiso. Copyright © 1995 Sociedades Biblicas Unidas (United Bible Society).

[9]Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, vol. 4 (Bogotá, Colombia: APIA, 2007) 455).

Félix H. Cortez

Félix H. Cortez es profesor de Literatura del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día de la Universidad Andrews.