Más oración… Más fidelidad

Recientemente, entrevisté a pastores para aprender más sobre cómo sus prácticas pastorales están influyendo en los miembros para que apoyen financieramente a la iglesia. Mi objetivo es establecer un repertorio de mejores prácticas conducentes a que los miembros den. Uno de los entrevistados me dio una respuesta interesante: “Siempre que me asignan a un nuevo distrito, me aseguro de tener una lista de todos los miembros, y me dedico a orar por cada uno para que crezcan en la fidelidad”. No estaba escuchando acerca de visitar miembros, enseñar y predicar la mayordomía, dar retroalimentación o compartir información sobre los beneficios de las donaciones, que son condiciones probadas para mejorar las donaciones. En cambio, este pastor me estaba hablando de interceder regularmente para que sus miembros mejoren sus ofrendas. Más oración… más fidelidad. ¿Tiene sentido esta práctica?

El apóstol Pablo, en su primera Carta de orientación a Timoteo, proporciona un consejo similar para que su protegido aumente su eficacia en el ministerio: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que tienen autoridad, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Esto es bueno y agradable delante de Dios, nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2: 1-4). Con el tono de la súplica paterna, el maestro Pablo introduce la oración de intercesión, con sus diversas manifestaciones, como práctica fundamental para un ministerio eficaz hacia todos los hombres y hacia los difíciles de alcanzar. La oración de intercesión crea avances para llevar a las personas a la salvación y abrazar la verdad. Este es nuestro objetivo compartido como líderes espirituales.

Usualmente oramos para poder hacer más o ser más efectivos, pero aquí Pablo invita a Timoteo a interceder para que Dios haga más, incluso donde es humanamente inalcanzable. Elena G. de White nos recuerda nuestra sagrada responsabilidad como intercesores: “Hay que buscar las almas, orar por ellas y trabajar en su favor. Han de hacerse llamamientos fervorosos y se deben ofrecer oraciones fervientes. Nuestras peticiones débiles y sin espíritu han de ser reemplazadas por súplicas llenas de intenso fervor” (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 14). La aplicación y la determinación deben caracterizar nuestras oraciones en nombre de aquellos a quienes servimos. Cuando somos regulares y sistemáticos en orar por el pueblo de Dios, veremos una nueva ola de donantes regulares y sistemáticos que se elevan en la iglesia de Dios. Después de orar, en muchos casos, Dios usará al que intercede como instrumento humano para ministrar a aquellos por quienes oró.

Tres artículos en esta edición de Dynamic Steward exploran la relación entre la oración y la fidelidad. Don MacLafertty analiza cómo crear una comunidad local que priorice la oración. Wagner Almeida comparte su experiencia al lanzar un mega movimiento de oración desde una iglesia local. Julian Archer ha desarrollado un bosquejo de sermón elaborado sobre cómo la oración nos protege y nos transforma en individuos fieles. Entre los otros grandes artículos, me gustaría destacar el tercer artículo de una serie de cuatro sobre las ofrendas del Dr. Félix Cortez. Si se ha perdido sus presentaciones anteriores, están disponibles en nuestro archivo.

Que Dios te bendiga a ti y a tu ministerio.


Aniel Barbe

Editor