Apelación para hacer llamados
¿Qué enfoque deberíamos adoptar para influir en los miembros a fin de que se conviertan en fieles mayordomos? Hay muchas respuestas posibles. Si bien es probable que exista un consenso sobre nuestra responsabilidad de educar a todos los feligreses, nuestra tarea sigue estando incompleta sin un llamado a compromisos personales. Este artículo profundiza en la idea de que si bien es importante informar el intelecto, es igualmente esencial apelar al corazón de los miembros, animándolos a adoptar los principios de mayordomía.
Instrumentos humanos
¿Alguna vez te has encontrado o escuchado a otros participar en reflexiones como estas?: “¿No son las personas lo suficientemente maduras para saber qué hacer?”. O “¿No es ese el papel del Espíritu Santo?”. La verdad es que la gente necesita orientación. Si las personas hubieran podido tomar sus propias decisiones sin ningún impulso externo, entonces el descenso de Cristo a la tierra habría sido una intrusión innecesaria. Además, enviar a los apóstoles para “forzarlos a entrar” (Lucas 14: 23) habría sido un insulto a la inteligencia humana.
Mientras el Espíritu Santo hace impresiones en el corazón, Dios usa instrumentos humanos. Siguiendo el impulso de Juan el Bautista, Juan y Andrés se convirtieron en los primeros discípulos de Jesús, sentando los cimientos de la iglesia cristiana. Andrés encontró a su hermano Pedro y lo llevó al Salvador. Felipe fue entonces llamado y él, a su vez, fue en busca de Natanael. Más tarde, en el día de Pentecostés, Pedro, después de una exposición de las Escrituras, concretó la respuesta apropiada a las impresiones del Espíritu Santo apelando al arrepentimiento. El apóstol Pablo, mediante amonestaciones habladas y escritas, apeló al rey Agripa, a los carceleros, a los griegos y a los judíos a entregar sus vidas a Cristo. Estos ejemplos subrayan la importancia del papel del agente humano al apelar a los demás en asuntos espirituales.
Elena G. de White nos ayuda a comprender el papel complementario de los humanos al guiar a otros a la fidelidad:
“En el juicio, cuando se descubran todos los secretos, se sabrá que la voz de Dios habló mediante el agente humano, despertó la conciencia aletargada, conmovió las facultades muertas e impulsó a los pecadores al arrepentimiento, a la contrición y al abandono de los pecados. Entonces se verá claramente que, mediante el agente humano, se impartió fe en Jesucristo al alma que estaba muerta en delitos y pecados y fue vivificada con vida espiritual”.[1]
Los humanos no son un sustituto de las intervenciones de Dios; son los vasos a través de los cuales Dios llega a la humanidad.
Corregir conceptos erróneos
Conceptos erróneos han llevado a los líderes o educadores de mayordomía a evitar invitar explícitamente a su audiencia a decidir o adoptar una postura. Aquí hay algunos conceptos erróneos comunes:
- Las personas son lo suficientemente inteligentes como para llegar a sus propias conclusiones sin que nadie las presione.
- Es obra únicamente del Espíritu Santo, no nuestra.
- ¡No es mi llamado! Mi llamado es predicar y enseñar.
- ¿Qué pasa si presento una apelación y nadie responde? Me quedaré ahí pareciendo tonto.
Estas ideas sobre los llamados no resisten la prueba de las Escrituras. Hay múltiples referencias de los portavoces de Dios (Moisés, Josué, Isaías, Juan el Bautista, Pablo y Pedro) que regularmente apelaban al pueblo de Dios para que brindara una respuesta clara a las verdades que recibían. La expresión “pescadores de hombres” (Mateo 4: 19), utilizada por Jesús para describir la tarea dada a sus discípulos, resalta la idea de apelar a una decisión. Nuestra responsabilidad última no es servir como alimentadores de peces sino como pescadores. Estos últimos no se contentan cuando los peces tienen el estómago lleno, sino cuando los peces han pasado del agua al barco. ¡Los pescadores utilizan tanto el cebo como el anzuelo!
Otra idea errónea es que a las personas de determinados entornos culturales no les gustan los llamamientos o incluso pueden sentirse ofendidas por ellos. Mi experiencia personal como evangelista internacional no respalda esta afirmación. Una vez estaba celebrando una serie de reuniones en Alemania y la primera noche le dije a mi traductor que iba a presentar una apelación. “No hagas eso”, dijo. “Los alemanes son personas reservadas y no responderán abiertamente”.
“Debo presentar un llamado”, insistí.
“Esto no es Estados Unidos”, replicó.
“Sé dónde estoy”, respondí amablemente. “Simplemente haz lo que te digo y sigue mi ejemplo. Si no funciona, puedes culparme”.
“Está bien”, respondió en tono de advertencia.
Al final de mi mensaje, hice un llamado al altar. Fue maravilloso ver a los alemanes levantarse de sus asientos y acercarse al altar con los ojos llorosos. Mi traductor también empezó a llorar. Después de que el público se fue, dijo: “¡Esto no es Alemania!”.
“¡Es Alemania!” exclamé. “Los alemanes tienen corazón, y cuando el Espíritu del Señor toca sus corazones, responden a los llamados”.
Mientras luchamos con barreras culturales y propias que nos impiden hacer llamados, es pertinente prestar atención a esta declaración de la señora White: “El secreto de nuestro éxito y poder como pueblo que aboga por la verdad avanzada se encontrará en hacer llamados directos, llamados personales a aquellos que estén interesados, confiando inquebrantablemente en el Altísimo” (Review and Herald, 30 de agosto de 1892).[2] Estas palabras inspiradas, aunque tomadas del contexto de la evangelización, se pueden aplicar a otros aspectos de la vida cristiana, incluida la mayordomía. La ausencia de apelar a tomar decisiones, debido a convicciones sinceras, o a conceptos errados, constituyen obstáculos para obtener resultados más significativos.
Cuando se trata de asuntos espirituales, las personas son como ovejas, como dice la Biblia. (Véase Isaías 53: 6; Lucas 15: 4-7.) Expresado de otra manera, Elena G. de White escribe:
“Hay almas en toda congregación que están dudando, que están casi persuadidas a ser completamente para Dios. La decisión se hace para el tiempo y por la eternidad; pero muy a menudo ocurre que un pastor no tiene el espíritu y el poder del mensaje de verdad en su propio corazón, y por ende no se hace ningún llamamiento directo a esas almas que están temblando en la balanza. El resultado es que las impresiones no se profundizan en el corazón de los convencidos; y salen de la reunión sintiéndose menos inclinados a aceptar el servicio de Cristo que cuando vinieron. Deciden esperar una oportunidad más favorable; pero esta nunca llega”.[3]
Por lo tanto, nuestro pueblo debe ser guiado, influenciado, compelido o alentado en asuntos espirituales, sin coerción ni manipulación. Nuestra responsabilidad incluye pedirles que sigan.
La señora White comparte cómo integraba los llamados en su ministerio: “Él [esposo] presentaba un discurso doctrinal, y luego yo seguía con una exhortación bastante más larga, abriéndome camino hacia los sentimientos de la congregación. De modo que mi esposo sembraba, yo regaba la semilla de la verdad, y Dios producía el fruto”.4 La apelación lleva el mensaje al corazón del oyente. Ella entendía que si bien es necesario enseñar las verdades bíblicas, es esencial apelar al corazón.
Aplicación
Los líderes y educadores de mayordomía pueden adoptar dos enfoques para integrar los llamados en su ministerio. En primer lugar, cada vez que se predique un mensaje de mayordomía o se brinde capacitación, debe contener claramente puntos de acción que requieran decisiones específicas. Luego se invita a la audiencia a defender lo que han aprendido o lo que han recordado. Otro enfoque podría ser una ceremonia especial centrada en invitar a los miembros de la iglesia a tomar decisiones o compromisos relacionados con las prácticas de mayordomía. Un ejemplo podría ser la ceremonia de compromiso durante el sábado anual de mayordomía. Durante esta ocasión, entre otros compromisos, se invita a los miembros a renovar sus promesas de devolver el diezmo y dar ofrendas basadas en porcentajes proporcionales para el año siguiente. A medida que educamos y capacitamos a la iglesia en mayordomía, también debemos buscar tomar decisiones seguras.
Bibliografía
Ellen G. White, “Address to Ministers”, Review and Herald 69, no 35 (1892): pp. 545, 546.
Ellen G. White, EGW SDA Bible Commentary, vol. 4. Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Association. 1955.
Ellen G. White, Gospel Workers. Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Association, 1915.
Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 1 (Bogotá, Colombia: APIA, 2003).
[1] Ellen G. White, EGW SDA Bible Commentary, vol. 4 (Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Association, 1955), p. 1165.
[2] Ellen G. White, “Address to Ministers”, Review and Herald 69, no 35 (1892), p. 545.
[3] Ellen G. White, Gospel Workers (Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Association, 1915), p. 138.
4 Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 1 (Bogotá, Colombia: APIA, 2003), p. 75.