Benevolencia sistemática para la misión y la santificación
El sistema financiero de la Iglesia Adventista ha evolucionado a medida que la iglesia se expandió de una organización norteamericana a una comunidad mundial. Desde el principio, la misión y su financiamiento han sido fundamentales para este desarrollo. Lo que comenzó con el esfuerzo de autofinanciamiento de los predicadores fundadores se convirtió en un sistema integral basado en principios bíblicos. Además de apoyar la misión, la iglesia adoptó un plan de donaciones que enfatiza la soberanía de Dios.
Un movimiento profético
Después del Chasco de 1844, muchos milleritas abandonaron su fe. Sin embargo, un grupo de aproximadamente cincuenta personas creía que la profecía se había cumplido. Hiram Edson, James White, Elena Harmon y Joseph Bates estaban entre ellos. En 1848, mientras oraban y estudiaban acerca de su deber de proclamar la verdad en la casa de Otis Nichols en Dorchester, Massachusetts, Elena G. de White recibió una visión.
Elena G. de White le dijo a su esposo: “Tengo un mensaje para ti. Debes comenzar a imprimir un pequeño periódico y enviarlo a la gente”.[i] Esto marcó el comienzo de la obra editorial de la iglesia. Para financiar la imprenta, se pidió a los creyentes que contribuyeran con ofrendas voluntarias, y finalmente se recaudaron seiscientos dólares para el proyecto.
Entre 1856 y 1857, una crisis económica azotó al país, lo que provocó una disminución en las contribuciones. En respuesta, los miembros de la iglesia pidieron al pastor J. N. Andrews que dirigiera una clase bíblica en Battle Creek en abril de 1858 para estudiar cuestiones relacionadas con el apoyo financiero de la predicación. Se formó una comisión, compuesta por los pastores J. N. Andrews, Joseph B. Frisbie, James White y J. N. Loughborough, se reunieron el 16 de enero de 1859. Dos semanas después, presentaron su informe a la Iglesia de Battle Creek, que fue adoptado el 29 de enero de 1859.
Comprensión temprana de la benevolencia sistemática
La comisión recomendó que las contribuciones de ofrendas se hicieran de manera sistemática y permanente. El acuerdo de la Iglesia de Battle Creek se publicó en la Review and Herald el 3 de febrero de 1859 y luego se ratificó en una reunión general celebrada en junio de 1859 en Battle Creek, con representantes de varios estados. Los delegados hicieron ligeras modificaciones al plan, que recomendaba contribuciones semanales de entre 5 y 25 centavos. Este plan de ofrendas se conoció como benevolencia sistemática.
En 1860, comenzó a surgir el concepto del diezmo como la contribución mínima, y Jaime White publicó un artículo sobre el tema en la Review and Herald el 6 de enero de 1863. En 1870, el concepto del diezmo se enfatizó aún más. En 1875 llegó una carta a la Review and Herald en la que se preguntaba: “¿Podrían decirme qué es realmente [la benevolencia sistemática]? Por ejemplo, si gano $1.00 por día, 10 centavos de ese dinero pertenecen a Dios. ¿Esos 10 centavos pertenecen a la [benevolencia sistemática]?”.[ii] El 5 de octubre de 1876, se hizo hincapié formalmente en el principio de contribuir con el diez por ciento de los ingresos.
En 1876, algunos miembros comenzaron a aceptar el concepto y la recomendación de dar el diez por ciento de sus ingresos como contribución semanal para apoyar la predicación. En febrero, D. M. Canright escribió: “Dios requiere que se dé un diezmo, o una décima parte, de todos los ingresos de su pueblo”.[iii] Durante una sesión especial de la Asociación General en marzo de ese año, se reafirmó la recomendación de dedicar el diez por ciento a la predicación del evangelio. La Asociación General adoptó oficialmente el sistema del diezmo el 5 de octubre de 1876.
Los creyentes no adoptaron este principio del diezmo inmediatamente. El 12 de diciembre de 1878, la Asociación General recomendó que, en lugar de hacer una promesa semanal, los miembros hicieran un pacto para contribuir con una décima parte de sus ingresos. Durante casi veinte años (1859-1878), el término benevolencia sistemática se refería a un plan sistemático de ofrendas semanales. A partir de 1879, y once años después (1890), Elena G. de White incluyó los capítulos 50 y 51 en Patriarcas y profetas, que aclaran el diezmo bíblico. El capítulo 50 aborda cualquier duda con respecto al diezmo, y el capítulo 51 explica cómo el diseño financiero de Dios para Israel incluía un segundo 10% para ayudar a las viudas, los huérfanos y los necesitados. El primer diezmo se llevaba al santuario, el segundo diezmo se guardaba en casa para estos fines. Desde 1890, la benevolencia sistemática se ha referido al plan de donaciones que sustentaba el ministerio sacerdotal levítico.
Financiamiento de la Iglesia y mucho más
En su sabiduría, Dios apartó a la tribu de Leví y a la familia de Aarón para llevar a cabo el ministerio de recibir, estudiar, aplicar y enseñar la revelación escrita de Dios de los profetas. Su papel era asegurar que el pueblo de Israel siguiera el camino de Dios. El Señor ordenó que once tribus se dedicaran al trabajo productivo, mientras que la tribu de Leví se dedicaría a la guía espiritual, ayudando a Israel a permanecer fiel. Como líderes espirituales, los sacerdotes eran responsables de asegurar que las instrucciones de Dios se entendieran y obedecieran. Cuando los sacerdotes fallaron en su responsabilidad, el pueblo estuvo en peligro, exactamente lo que finalmente sucedió.
En Palabras de vida del gran Maestro, Elena G. de White escribió: “Era el propósito de Dios que por la revelación de su carácter a través de Israel los hombres fueran atraídos a él. […] Pero Israel no cumplió el propósito de Dios”.[iv] El plan de salvación preparado antes de la fundación incluía un pueblo especial para salvar a las naciones del mundo en todas las generaciones, no sólo a Israel. Cuando el pueblo de Dios no sigue cuidadosamente las instrucciones de Dios, existe el peligro de que otros no se salven, y nos perdamos”. El objetivo, por lo tanto, es salvar a otros sin perdernos nosotros mismos.
Para lograr este objetivo, Dios le dejó claro a Israel el propósito por el cual habían sido establecidos como un pueblo especial. En el Sinaí, el mismo monte donde se dieron los Diez Mandamientos más 603 leyes, decretos, estatutos y ordenanzas, Dios declaró: “Yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo” (Levítico 11: 45). Este es el propósito original o la misión original dada a Israel.
El proceso de santificación al que los israelitas tuvieron que someterse voluntariamente comenzaba reconociendo la soberanía de Dios y aceptando que él impone su supremacía sobre los israelitas. Esa supremacía incluía: los propósitos y valores de Dios, sus instrucciones y su plan que incluía la organización de un pueblo especial, un santuario, un ministerio profético y sacerdotal, además de un método de toma de decisiones basado en la justicia y la misericordia. Poner en práctica todo este plan transformaría la vida de los israelitas, que pensarían como Dios, querrían como Dios, decidirían como Dios y pondrían en práctica el plan de Dios.
Frente al fracaso de Israel, Jesús se dirigió a los sacerdotes y líderes: “Por tanto, os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21: 43). Con esta afirmación debemos entender qué fue transferido del judaísmo al cristianismo, qué no fue transferido, qué fue transferido parcialmente y qué fue modificado. Mientras Israel se organizó como nación en el Medio Oriente con una religión hebrea monoteísta y un santuario o templo en Jerusalén, el cristianismo no sería un estado político más, sino que se organizó bajo el modelo griego de la ecclesia.
Lo que fue transferido totalmente fue el propósito original que reconoce y proclama la soberanía de Dios, y además inicia y promueve el proceso de santificación para que con la ayuda del Espíritu Santo prometido, se puedan lograr los frutos que transforman la vida de los hijos de Dios. El propósito o misión original no fue anulado, pues Dios no podía anularse a sí mismo como único soberano. El cumplimiento del propósito original de reconocer la soberanía de Dios y proclamar el evangelio a todas las naciones se sustentan en la práctica del plan de benevolencia sistemática.
[i] Ellen G. White, Life Sketches of Ellen G. White (Mountain View, CA: Pacific Press Pub. Assn., 1915), p. 125.
[ii] “To Correspondents”, Review & Herald, January 20, 1876, p. 21.
[iii] D. M. Canright, “Systematic Benevolence, or the Bible Plan of Supporting the Ministry”, Review & Herald, February 17, 1876, 50.
[iv] Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1971), pp. 232, 233.