El uso del diezmo en la era del Nuevo Testamento
¿Quiénes son “los que predican el evangelio” mencionados por Pablo en 1 Corintios 9: 13, 14 y, por lo tanto, tienen derecho a ser mantenidos por el sistema del diezmo? ¿Cómo puede sostenerse y prosperar la misión de la iglesia si los fondos del diezmo se limitan al uso indicado por Dios?
Pablo escribe en 1 Corintios 9: 13, 14: “¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del Templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”.[i]
En este pasaje, Pablo defiende su derecho a ser mantenido por aquellos a quienes predicaba, aunque decidió no ejercer este derecho con los corintios (1 Corintios 9: 15-18).[ii] Comienza su argumento haciendo referencia al sistema del Antiguo Testamento en el que los sacerdotes y los levitas eran sostenidos mediante diezmos, ofrendas y sacrificios dados a Dios (Números 18: 21-24, 26; Deuteronomio 14: 27-29).
Pablo usa la palabra griega houtōs (οὕτως) en 1 Corintios 9: 14, traducida como “así” (RVR1960, NVI) o “de la misma manera” (ESV). Esta palabra se refiere al versículo 13, indicando que “los que predican el evangelio” deben ser sostenidos de manera similar a los sacerdotes y levitas. También afirma que este mandato viene directamente del Señor mismo.
¿Quiénes deben ser sostenidos por el diezmo?
Sin embargo, ¿quiénes son “los que predican el evangelio” y deben ser sostenidos por el diezmo? ¿Cuán amplio es este concepto? ¿Debe incluir todas las categorías de misioneros?[iii] ¿Se extiende a todos los creyentes, ya que todos son considerados un “sacerdocio real” (1 Pedro 2: 9; Éxodo 19: 6) y están llamados a “hacer discípulos de todas las naciones, bautizándolos… [y] enseñándoles?” (Mateo 28: 19, 20) ¿Podría la antigua práctica israelita del llamado segundo diezmo usarse para justificar el gasto de los fondos del diezmo en la educación religiosa de los niños o en caridad?[iv], [v]
Principios del modelo del Antiguo Testamento
¿Qué principios del modelo del Antiguo Testamento con respecto al uso del diezmo se pueden aplicar a la iglesia en la era del Nuevo Testamento? Un principio fundamental se encuentra en Números 18: 21, que dice que “los hijos de Leví” tenían derecho a recibir “todos los diezmos […] por su ministerio […] del tabernáculo de reunión” (véase también 1 Crónicas 23: 13, 27-32). Es importante notar que su trabajo no era simplemente “predicar el evangelio”, como algunos pueden entender que dijo Pablo, sino que estaba necesariamente relacionado con el “tabernáculo de reunión” (מוֹעֵד mô‘êḏ o מֹעֵד moed también puede traducirse como “congregación” o “asamblea”) o el lugar de la reunión pública del pueblo de Dios.
Esta información no debe pasarse por alto cuando se considera lo que Pablo dice en 1 Corintios 9. Él no quiso decir que todos los que “predican el evangelio” deben recibir de los fondos del diezmo. De lo contrario, todo cristiano tendría derecho a ello. En cambio, Pablo se refiere a una clase exclusiva de personas involucradas directa o indirectamente en la realización o apoyo del culto público.
Otro principio esencial es que esta clase de personas nunca se auto designó. Aunque en el caso de los levitas, Dios los apartó expresamente para su obra (Números 3: 5-13; 8: 5-26; 18: 6, 21-24; Deuteronomio 10: 8), el liderazgo del pueblo de Dios también tuvo que reconocerlos y aprobarlos antes de que pudieran comenzar su servicio (p. ej., Esdras 2: 61-63; Nehemías 7: 63-65). Se espera que un reconocimiento similar por parte del cuerpo de liderazgo aprobado suceda con sus contrapartes del Nuevo Testamento.
Otro aspecto del papel de los sacerdotes y los levitas era su dedicación exclusiva a Dios. A diferencia de las otras tribus, no recibieron ninguna herencia de tierra (Números 18: 20-24; Josué 13: 14), lo que servía como recordatorio de que el Señor era su herencia (Deuteronomio 10: 9). En lugar de buscar riquezas, fueron llamados a centrarse en deberes religiosos: “En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevara el Arca del pacto de Jehová, para que estuviera delante de Jehová y lo sirviera, y para bendecir en su nombre, hasta el día de hoy. Por eso Leví no tuvo parte ni heredad entre sus hermanos: Jehová es su heredad, como Jehová, tu Dios, le dijo” (Deuteronomio 10: 8, 9). Como resultado, dependían de los diezmos, las ofrendas y los sacrificios de las otras tribus para su sustento (Deuteronomio 18: 1-5).
Juntos, los sacerdotes y los levitas aseguraban el correcto funcionamiento del sistema de adoración como Dios lo había ordenado. Los sacerdotes eran los principales responsables de los rituales, los sacrificios y la enseñanza religiosa. Al mismo tiempo, los levitas tenían una gama más amplia de deberes, que incluían apoyar a los sacerdotes, mantener el tabernáculo/templo, enseñar y dirigir la adoración.
Educación religiosa
Como se ha señalado, los roles de los sacerdotes y los levitas eran distintos pero complementarios, y convergían notablemente en la educación religiosa. Se esperaba que ambos se destacaran como educadores, salvaguardando la fe del pueblo y sirviendo como sus guías morales y espirituales. El descuido de su papel como educadores y guías espirituales acarreaba con frecuencia consecuencias desastrosas (2 Crónicas 15: 3; 1 Reyes 12: 26-30; 2 Crónicas 11: 13-16).
Sin embargo, la educación religiosa no era una responsabilidad exclusiva de los sacerdotes y los levitas, sino que era una parte fundamental del pacto de Dios con toda la comunidad israelita. Dios esperaba que todos la promovieran activamente. Prometió tierra y prosperidad con la condición de que los padres cumplieran su papel de educadores religiosos, transmitiendo su fe a sus hijos (Génesis 17: 6-9; 18: 18, 19; Éxodo 12: 26, 27; Deuteronomio 4: 9, 10; 6: 4-7; 11: 18, 19; Salmo 78: 5-7; Proverbios 22: 6). Aunque los padres debían participar en la educación religiosa, no se les mantenía con el diezmo, sino que debían pagarlo.
El ministerio de los profetas, algunos con dedicación exclusiva, era tan vital para el bienestar espiritual del pueblo (2 Crónicas 20: 20; Proverbios 29: 18) como el de los sacerdotes y levitas. Sin embargo, a excepción de aquellos que también eran levitas (como Samuel, Jeremías o Ezequiel), los fondos del diezmo no podían utilizarse para apoyarlos a pesar de su papel altamente significativo.
Esto significa que no todos los que se dedicaban al trabajo religioso o a la educación religiosa debían ser mantenidos por el diezmo. Simplemente “predicar el evangelio” o estar involucrado en el servicio al pueblo de Dios no es justificación suficiente para recibir apoyo del diezmo. Todos los financiados por el diezmo debían promover la educación religiosa, pero no todos los involucrados en la educación religiosa debían ser apoyados de esta manera.
Considerando el modelo del Antiguo Testamento para el uso del diezmo, como se indicó anteriormente, aquellos que son elegibles para recibir apoyo del diezmo hoy deben [1] participar en el trabajo religioso estrechamente relacionado con el servicio de adoración pública del pueblo de Dios o su equipo de apoyo; [2] ser educadores religiosos; [3] ser reconocidos formalmente (no auto designado), designados y autorizados por el liderazgo aprobado del pueblo de Dios; y [4] comprometerse exclusivamente con la obra de Dios.
Elena G. de White y el sostenimiento del ministerio
Elena G. de White describe cómo la Iglesia Adventista debe manejar el diezmo. Enfatiza que “Dios no ha cambiado; el diezmo todavía debe utilizarse para el sostenimiento del ministerio”.[vi] Al referirse al libro de Malaquías en el párrafo anterior y luego decir: “Dios no ha cambiado” y “el diezmo todavía es …”, se pone del lado de Pablo al señalar la continuidad del sistema del Antiguo Testamento para la era del Nuevo Testamento.
Ella también señala la similitud de los roles de los levitas y los “ministros”. Aunque reconocemos que no hay servicio del santuario terrenal en los tiempos del Nuevo Testamento, se nos pide que apliquemos el modelo del Antiguo Testamento lo más fielmente posible a nuestros tiempos.
Si el diezmo debe “usarse para el sostenimiento del ministerio”, ¿qué constituye el “ministerio”? Aunque uno de los significados de la palabra ministerio es “el cuerpo de ministros de la religión: el clero”,[vii] deberíamos buscar su significado en la lista de cuatro características de aquellos sostenidos en el Antiguo Testamento que se proporcionó anteriormente. Esto significa que los ministros modernos, cuyo trabajo se alinea con esa lista, deberían tener los mismos privilegios de apoyo exclusivo dados a los sacerdotes y levitas del Antiguo Testamento.
Pero siempre existe el riesgo de ampliar lo que Dios ha restringido. Algunos citan el uso ocasional y aparentemente poco convencional que Elena G. de White hizo del diezmo para justificar su redireccionamiento según lo que la gente crea conveniente. Sin embargo, un análisis cuidadoso de su práctica no permitirá llegar a esta conclusión.[viii] Contra ese peligro, Elena G. de White advierte constantemente que “Dios desea que sus mayordomos sigan con exactitud las disposiciones divinas”. Luego, en el mismo párrafo, advierte contra los cambios improvisados en el plan de Dios. Señala que “es un procedimiento muy pobre intentar mejorar los planes de Dios”.[ix] Ella añade que “la porción que Dios se ha reservado para él no debe desviarse para ningún otro propósito que no sea el que él ha especificado”.[x]
Uso inapropiado del diezmo
Elena G. de White advierte además: “Se me ha pedido que les diga [al pueblo de Dios] que están cometiendo un error al aplicar el diezmo a diversos objetivos que, aunque son buenos en sí mismos, no son los objetivos a los cuales el Señor ha dicho que debe dedicarse el diezmo. Quienes dedican el diezmo a esos fines, se están apartando de las disposiciones de Dios. El Señor juzgará esas cosas”.[xi]
Pero, ¿cuáles podrían ser algunos de esos buenos propósitos que, aunque dignos en sí mismos, no son el uso previsto para el diezmo según lo especificado por el Señor? No se nos deja a la adivinación. Uno de los que la señora White especifica es la casa de culto y sus servicios. Ella afirma: “Estáis robando a Dios cada vez que ponéis vuestras manos en la tesorería y extraéis fondos para satisfacer los gastos corrientes de la iglesia”.[xii] “La casa de culto es propiedad del Señor y que se debe cuidar escrupulosamente. Pero los fondos para este fin no deben proceder del diezmo”.[xiii]
Elena G. de White también identifica a las escuelas, y los colportores como esas “cosas” que son buenas en sí mismas pero que no son los propósitos para los cuales el Señor ha dicho que se debe usar el diezmo. Ella no está de acuerdo con el razonamiento común: “Alguien puede pensar que el diezmo se puede aplicar al sostenimiento de una escuela de iglesia. Otros pueden decir que los colportores debieran sostenerse con el diezmo. Pero se comete un grave error cuando se desvía el diezmo del objetivo para el cual fue establecido, que es el sostén de los ministros”.[xiv]
La excepción para usar el diezmo en las escuelas se limita a “aquellos que ministran en nuestras escuelas enseñando la palabra de Dios, explicando las Escrituras, [y] educando a los alumnos en las cosas de Dios”. [xv] Aunque se espera que todos los educadores cristianos integren la fe y el aprendizaje, esto por sí solo no justifica el uso del diezmo para apoyar a los obreros educativos indiscriminadamente.
¿Cómo financiamos otras ramas vitales?
¿Cómo, entonces, podemos proveer para otras ramas de la obra que no pueden ser sostenidas por los fondos del diezmo? Las ofrendas sistemáticas (también conocidas como ofrendas “de promesa”),[xvi] que son tan requeridas por Dios como el diezmo (p. ej., Malaquías 3: 8; Proverbios 3: 9), deben darse regularmente además del diezmo. Pero cuando solo se enseña que el diezmo es obligatorio, y las ofrendas regulares y sistemáticas no se enfatizan ni se enseñan adecuadamente, la iglesia institucional puede verse tentada a desviar el diezmo de su uso autorizado para suplir la falta de fondos no restringidos; las iglesias locales pueden verse tentadas por una inclinación congregacionalista a retener el diezmo para sufragar sus gastos regulares; y a los miembros de la iglesia se les puede sugerir sutilmente que den sus diezmos como ofrendas.
Sin embargo, “si el plan de la benevolencia sistemática fuera adoptado por cada persona y llevado plenamente a cabo, habría una constante provisión en la tesorería. Los ingresos afluirían como una corriente continuamente alimentada por rebosantes fuentes de generosidad”.[xvii]
Si se practica la guía de Dios acerca de las ofrendas sistemáticas, el uso correcto del diezmo nunca perjudicará la capacidad de la iglesia para avanzar. “Cuandoquiera que los hijos de Dios, en cualquier época de la historia del mundo, ejecutaron alegre y voluntariamente el plan de la benevolencia sistemática y de los dones y ofrendas, han visto cumplirse la permanente promesa de que la prosperidad acompañará todas sus labores en la misma proporción en que le obedecieran”.[xviii]
[i] Las escrituras marcadas como “RVR1995” están tomadas de la versión Reina-Valera 1995 Reina-Valera 95® © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Usado con permiso. Copyright © 1995 Sociedades Biblicas Unidas (United Bible Society).
[ii] Que recibió algún apoyo de otras iglesias se hace evidente en Filipenses 4: 14-19 y 2 Corintios 11: 7-9.
[iii] Véase Roger Coon, “Who are Ministers”, in Ellen G. White’s Counsel and Practice on Tithe (Hagerstown, MD: Review and Herald Pub. Assn., 1991), p. 10.
[iv] Sobre el “segundo diezmo”, véase Ángel M. Rodríguez, Stewardship Roots: Toward a Theology of Stewardship, Tithe, Offerings (Silver Spring, MD: General Conference of Seventh-day Adventists, 1994), pp. 55, 56). PDF disponible en https://stewardship.adventist.org/stw-1050-$5.00-stewardship-roots.pdf.
[v] Para una explicación de por qué la Iglesia Adventista del Séptimo Día no promueve la práctica del segundo diezmo, visite https://stewardship.adventist.org/the-second-tithe-materials.
[vi] Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 9 (Bogotá, Colombia: APIA, 1998), p. 201.
[vii] “Ministry”, Merriam-Webster, consultado el 30 de agosto de 2024, https://www.merriam-webster.com/dictionary/ministry.
[viii] Véase Coon, Ellen G. White’s Counsel and Practice on Tithe, p. 12.
[ix] Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 199.
[x] Ibíd.
[xi] Ibíd., p. 200.
[xii] Ellen G. White, Special Testimony to Battle Creek Church, p. 6.
[xiii] Elena G. de White, Testimonios para la igleisa, t. 9, p. 199.
[xiv] Ibíd., p. 200.
[xv] Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 6 (Mountain View, CA: Pacific Press Pub. Assn., 1900), 218.
[xvi] Para aprender más sobre las ofrendas de “Promesa”, visite https://stewardship.adventist.org/promise-offerings#.
[xvii] Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 3 (Mountain View, CA: Pacific Press Pub. Assn., 1885), p. 429.
[xviii] Ibíd., p. 435.