No recuerdo la primera vez que le devolví el diezmo al Señor, pero sé lo que me influenció inicialmente a hacer lo que considero ahora como parte regular y normal de ser miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Esto fue lo que sucedió conmigo:
El ejemplo de los padres
Crecí en un hogar pastoral, y desde temprano en mi infancia recibí la orientación en cuanto a ciertas prácticas de la Iglesia, y una de esas prácticas rutinarias era la devolución del diezmo y la entrega de las ofrendas. En aquella época, acepté el diezmo de las entradas de mi padre (la única entrada de la familia) y las ofrendas como una respuesta colectiva de la familia (unidad del diezmo), y normalmente eso se hacía en el contexto del culto divino. Como niño, no comprendía plenamente los motivos por detrás de esa práctica o hasta la diferencia entre el diezmo y las ofrendas. Pero yo sabía que había una regularidad en la práctica; y mis padres, ya sea como líderes del hogar o de la congregación local, consideraban una alegría poder cumplir esas responsabilidades de la fe. Y así, desde tierna edad, yo observé con mucho interés esos actos de donación fiel y lo que vi en la mayordomía financiera de mis padres ejerció un impacto en mi mente joven.
Hay otra imagen poderosa de cómo la educación en mayordomía se hacía en casa de mis padres, lo que nuevamente ejerció una impresión duradera en mí. Nuestros padres nos enseñaron el valor del trabajo e incluían, cuando las oportunidades y situaciones eran favorables, el cultivo de la tierra como una forma de complementar el sueldo de mi padre. Y así, cuando se vendían los alimentos en el vecindario y/o en el mercado local, la práctica de mi madre era separar el dinero en dos frascos vacíos y etiquetados. Los ponía en un lugar de la casa visible a la familia. Las etiquetas de esos dos frascos eran: “Diezmo” donde colocaba el 10% de las ventas; y “ofrendas”, donde guardaba el dinero separado para distribuirlo el fin de semana para que cada uno tuviera qué llevar a la iglesia el sábado de mañana. Como niños aprendimos del ejemplo de nuestros padres y de la educación religiosa que nos enseñaron en casa sobre ciertas cosas, o sea, que el diezmo y las ofrendas eran santos y pertenecían a Dios.
Ahora, como padres, mi esposa y yo les estamos enseñando esos mismos principios y prácticas a nuestros hijos, y con una oración en el corazón para que ellos crezcan honrando a Dios al devolverle lo que es correcto, su diezmo y las ofrendas de gratitud.
Compromiso con la misión
Yo tenía doce años cuando un equipo de alumnos ministeriales y su director de educación teológica, de la región del Colegio Unión, vinieron a mi ciudad. Ellos realizaron un gran programa de evangelismo e impactaron mucho a la comunidad. En verdad, muchas personas conocieron la Iglesia Adventista del Séptimo Día debido a ese evento. Como adolescente, me sentí impresionado con el programa (la organización y la predicación), y también fui movido por el Espíritu. Al final de la campaña pública, tomé la decisión y le entregué mi vida a Cristo y fui bautizado, para unirme como miembro de la Iglesia en mi país.
Una de las lecciones que aprendí en aquella ocasión, a través de los estudios bíblicos, fue el hecho de que Dios esperaba que su pueblo (la iglesia) devolviera el diezmo y entregara ofrendas de gratitud (Deuteronomio 16:16). Nuevamente yo no tenía todo el conocimiento bíblico sobre el tema del diezmo y de las ofrendas, pero me dieron información suficiente para convencerme de esa verdad. Ahora había una nueva dimensión en el diezmo, y era la conexión con la misión de Dios en el mundo. Esa idea de devolver el diezmo y dar las ofrendas para una causa mundial, la proclamación de las buenas nuevas da la salvación de Dios en todo el mundo, entusiasmó mi corazón.
Pensé: “Entendí”. La devolución del diezmo y el dar ofrendas (y había muchas ofrendas misioneras diferentes promovidas a través de la Escuela Sabática), se refieren a mi participación en la misión de Dios. Como miembro de la iglesia de Dios, esa era mi oportunidad de hacer contribuciones financieras en respuesta a sus bendiciones, lo que es importante para Dios: reconciliar a las personas consigo mismo. Entonces, después de mi bautismo, la devolución del diezmo y la entrega de ofrendas tuvieron un propósito, tenían el centro en la misión.
Creación divina
Al madurar en mi caminata de fe llegué a estar mucho más consciente de los “porqués” de devolver el diezmo. Mi conocimiento de la mayordomía financiera evolucionó a lo largo del tiempo, y fue un proceso de descubrimiento. Y lo más importante para mí es que quedó muy claro que el diezmo no se refiere a mi persona, sino a Dios como Creador y Redentor. Por ejemplo, cuando yo devuelvo el diezmo, estoy reconociendo el derecho de propiedad de Dios del universo y también acepto que él es el Creador del mundo (Génesis 1:1). Cuando devuelvo el diezmo, estoy recordando que todo lo que tengo en esta vida, incluso mi familia (esposa e hijos), pertenecen a Dios (Hechos 17:28). Recuerdo que mi existencia, aun en el presente, es un acto del Creador y una expresión de su gracia (Salmo 139:13, 14).
El señorío de Jesús
Entonces, además de otros principios bíblicos que fortalecen la enseñanza bíblica sobre el diezmo, estoy también convencido del “señorío de Jesús” que continúa desafiándome a mantener mi obediencia en la devolución del diezmo. Permítame explicarlo. Yo acepto que Dios me salvó en Jesucristo y ahora tengo una relación personal con él. Es la parte clave de esa relación espiritual y la concientización de que las cosas buenas que hago en esta vida, incluyendo el diezmo, es una manifestación de la obra de Dios en mí (Gálatas 2:20). Entonces, cuando escucho las siguientes palabras de Jesús: “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” estoy escuchando a Dios que me dice: “Déjame asumir el control de tu vida”. Y, al permitir que él controle mi vida, también le estoy dando permiso para administrar todos mis asuntos humanos, incluyendo la mayordomía de mis finanzas. Así, la devolución del diezmo es una demostración de mi absoluta confianza en Dios y de mi convicción de que le pertenezco. El diezmo serefiere a mi relación con él y de mi adoración aquel que me amó primero y que se entregó por mí (1 Juan 1:19).