Fundamentos bíblicos para dar: perspectivas a través de las siete preguntas
Dar es un aspecto fundamental del reino de Dios, arraigado profundamente en el fundamento del amor. Como dice el dicho: “Se puede dar sin amar, pero no se puede amar sin dar”. Este principio está entretejido en toda la Escritura, ilustrando cómo Dios diseñó su reino para operar sobre el principio de recibir para dar. Entender y adoptar el concepto de dar es crucial para cualquiera que desee ser parte de su reino.
Este artículo explora el fundamento bíblico de dar, estructurado en torno a siete preguntas clave: ¿Qué?, ¿Por qué?, ¿Quién?, ¿A quién?, ¿Cuál?, ¿Cuándo? y ¿Dónde? Desde una perspectiva bíblica, descubriremos la importancia de dar en la fe cristiana y cómo debe practicarse de acuerdo con los principios bíblicos.
¿Qué es dar?
Como se mencionó anteriormente, dar es un principio central en el reino de Dios. Dios, por su propia naturaleza, es dador, y diseñó su creación para reflejar su carácter generoso (Juan 3: 16; Salmo 104: 28; Mateo 7: 11). Por lo tanto, el concepto bíblico de dar trasciende una simple actividad transaccional; es una expresión de amor y lealtad al verdadero Dueño del universo: el Señor. Coincidiendo con este pensamiento, Elena G. de White escribe: “Todas las cosas pertenecen a Dios. Toda la prosperidad de que disfrutamos es resultado de la beneficencia divina. Dios es el grande y bondadoso Dador. Si él requiere alguna parte de la provisión generosa que nos ha concedido, no es para enriquecerse con nuestros dones, porque él nada necesita de nuestra mano; sino que es para que tengamos oportunidad de practicar la abnegación, el amor y el interés hacia nuestros semejantes, y así seamos sumamente exaltados”.[i]
Desde un punto de vista bíblico, dar no es meramente una sugerencia; es un mandato, ya que es la única manera de alinearse verdaderamente con el reino de Dios (Deuteronomio 15: 10; Proverbios 3: 9-10). Un corazón egoísta no puede armonizar con la melodía de amor que resuena en todo el reino de Dios.
Además, la Biblia afirma claramente que el cielo no mide nuestra generosidad por su cantidad, sino por la calidad del amor que la acompaña (Marcos 12: 41-44). El motivo detrás de la donación es mucho más importante que la cantidad dada (Génesis 4). En esencia, la comprensión bíblica de dar se entiende mejor cuando la vemos no como una mera transacción, sino como una expresión de amor. No es un acto periférico sino un principio central del reino de Dios, donde la actitud de dar importa más que la cantidad a los ojos de Dios.
¿Por qué debemos dar?
Las siguientes cinco razones pueden mencionarse para responder a esta pregunta:
Reconocer al verdadero Dador: Al dar a Dios, reconocemos que él es el verdadero dueño de todos los recursos, y que nosotros somos simplemente administradores de sus bendiciones. En Deuteronomio 8: 18, se nos recuerda: “Sino acuérdate de Jehová, tu Dios, porque él es quien te da el poder para adquirir las riquezas”. Cuando damos, expresamos nuestra gratitud a Dios, reconociendo su provisión en nuestras vidas. Este acto de reconocimiento nos mantiene humildes y nos recuerda que nuestras posesiones no son nuestras para acumularlas, sino para usarlas para sus propósitos.
Edificar el reino de Dios: Una de las principales razones para dar es contribuir al crecimiento y la expansión del reino de Dios en la tierra. En Mateo 6: 33, Jesús nos instruye a “buscar primeramente el reino de Dios y su justicia”. Una forma práctica de hacerlo es invirtiendo nuestros recursos en la misión de Dios, asegurando que su mensaje de amor, esperanza y salvación llegue hasta los confines de la tierra.
Cultivar la generosidad: Dar nos enseña a ser desinteresados, a pensar en los demás y a poner las necesidades de los demás por encima de nuestros propios deseos (Hechos 20: 35; Filipenses 2: 3-4). Al practicar la generosidad regular, desarrollamos un corazón generoso, uno que refleje la generosidad de Dios mismo. Este hábito de generosidad nos transforma, haciéndonos más como Cristo.
Demostrar nuestra fe: Dar es una demostración poderosa de nuestra fe en la provisión de Dios. Cuando damos, especialmente en tiempos de incertidumbre o escasez, mostramos que nuestra confianza no está en nuestra riqueza material sino en Dios, quien promete satisfacer todas nuestras necesidades conforme a sus riquezas en gloria (Filipenses 4: 19). Es un acto de fe dar lo que el mundo nos dice que debemos retener con firmeza. Al dar, declaramos nuestra creencia de que Dios es nuestro Proveedor y que él es fiel para cuidar de nosotros. Es una manera práctica de vivir la verdad de que “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6: 21).
Aceptar el plan de Dios para bendecirnos: Dios planea bendecir a su pueblo, y dar es parte de cómo entramos en este ciclo divino de bendición. En Malaquías 3: 10, Dios nos desafía “traigan íntegro el diezmo para los fondos del templo […]. Pruébenme en esto —dice el SEÑOR Todopoderoso—, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde”. Cuando damos, nos posicionamos para recibir las bendiciones de Dios, no solo materiales sino también espirituales. Elena G. de White escribe: “El acto mismo de dar expande el corazón del dador y lo une más plenamente con el Redentor del mundo”.[ii]
¿Quién debe dar?
Todos los destinatarios del don de la vida de Dios: Toda persona a la que Dios ha dado el don de la vida está llamada a dar. Dios, como Creador, es el dador supremo de vida, que proporciona lluvia, sol y lo esencial para la supervivencia a todas las personas, independientemente de sus creencias o acciones. Como dice Mateo 5: 45: “Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos”. Esta provisión universal refleja la gracia y la generosidad de Dios, y coloca a todos en una posición de deuda con él.
Destinatarios del don de la vida eterna: Más allá del don de la vida física, Dios ofrece un don aún mayor: la vida eterna a través de Jesucristo. Este don está disponible para todos, pero solo aquellos que lo han aceptado comprenden la magnitud total de lo que han recibido. Elena G. de White escribe: “En tiempos de Israel se necesitaban los diezmos y las ofrendas voluntarias para cumplir los ritos del servicio divino. ¿Debe el pueblo de Dios dar menos hoy? [...]. A medida que nuestras bendiciones y nuestros privilegios aumentan, y sobre todo al tener presente el sacrificio sin par del glorioso Hijo de Dios, ¿no debiera expresarse nuestra gratitud en donativos más abundantes para comunicar a otros el mensaje de la salvación?”.[iii]
Destinatarios del don especial de dar: Además del llamado general a que todos den, la Biblia enseña que algunas personas están dotadas con un don especial de dar. Romanos 12: 6-8 menciona este don, animando a quienes lo tienen a dar generosamente. Estas personas han sido especialmente equipadas por Dios para contribuir a su obra de maneras extraordinarias.
¿A quién debemos dar?
La Biblia proporciona varios tipos de ofrendas, cada una con propósitos y destinatarios distintos. Comprender estas ofrendas ayuda a los creyentes a dirigir sus contribuciones en consonancia con los principios divinos.
El Diezmo: El diezmo implica dar la décima parte de las ganancias de uno. Malaquías 3: 10 instruye a los creyentes a llevar el diezmo al alfolí del Señor, asegurando que haya alimento en su casa. En contextos modernos, el diezmo generalmente se dirige a la asociación local a través de la iglesia local. [iv]
Ofrendas voluntarias: A diferencia del diezmo, las ofrendas voluntarias se dan de manera voluntaria y, a menudo, exceden la cantidad prescrita. Son impulsadas por la elección personal, la gratitud y el deseo de apoyar diversas causas. Éxodo 35: 29 y 2 Corintios 9: 7 destacan la importancia de dar generosamente y con alegría de corazón, sin compulsión. Las ofrendas voluntarias pueden dirigirse a una variedad de destinatarios, incluidos los presupuestos de la iglesia local y mundial, proyectos específicos de la iglesia, necesidades del ministerio, organizaciones benéficas o programas de extensión comunitaria.
Votos: Los votos implican hacer promesas específicas a Dios, a menudo en respuesta a experiencias personales o intervención divina. Estas promesas suelen incluir el compromiso de una cierta cantidad o la realización de actos específicos de servicio. Números 30: 2 y Eclesiastés 5: 4, 5 enfatizan la importancia de cumplir los votos hechos a Dios, ilustrando el compromiso y la sinceridad requeridos. El cumplimiento de los votos puede estar dirigido hacia iniciativas particulares de la iglesia, proyectos de misión o causas caritativas.
Primicias: Las primicias implican dar el producto inicial de la cosecha o la primera porción de los ingresos a Dios. Proverbios 3: 9 y Éxodo 23: 19 resaltan el principio de honrar a Dios con las primicias de los productos o ganancias de uno. En la práctica contemporánea, las primicias a menudo se dan a la iglesia local y a través de ella. Reflejan el principio de poner a Dios primero en todos los aspectos de la vida, incluida la mayordomía financiera.
¿Qué tipo de dador aprueba Dios?
Para responder a esta pregunta, exploremos cinco tipos de dadores que Dios aprueba particularmente, cada uno respaldado por principios bíblicos:
Dador alegre: Dios se complace en aquellos que dan con alegría, con un corazón sincero y alegre. El apóstol Pablo destaca esto en 2 Corintios 9: 7, donde escribe: “Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría” (NVI).
Dador agradecido: Reconocen que todo lo que poseen proviene de Dios y ven el dar como una respuesta natural de agradecimiento. Santiago 1: 17 nos recuerda: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces celestiales, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación”.
Dador generoso: Van más allá en su donación, confiando en que Dios seguirá satisfaciendo sus necesidades. Jesús también enseñó este principio en Lucas 6: 38, diciendo: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”.
Dador guiado: Son reflexivos e intencionales, y se aseguran de que sus contribuciones estén alineadas con la voluntad de Dios y se dirijan a donde más se necesitan. Santiago 1: 5 alienta a los creyentes a pedir sabiduría, asegurándonos que “si alguno de ustedes tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Esta forma de dar refleja una buena mayordomía y un deseo de usar los recursos de Dios de una manera que lo honre.
Dador centrado en Dios: Colocan a Dios en el centro de su generosidad, asegurándose de que cada acto de generosidad sirva para promover los propósitos de Dios y traer gloria a su nombre. El apóstol Pablo también enfatiza esto en 1 Corintios 10: 31, diciendo: “Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. Para el Dador centrado en Dios, cada don es una oportunidad para reflejar la gloria de Dios y demostrar su compromiso con su reino.
¿Cuándo debemos dar?
Dar regularmente: Nuestras donaciones debieran ser regulares y constantes. El apóstol Pablo enfatizó esto en 1 Corintios 16: 2, donde instruyó a los creyentes: “El primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde algún dinero conforme a sus ingresos, para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya” (NVI). La donación regular refleja un enfoque disciplinado y comprometido para apoyar la obra de Dios.
Dar espontáneamente: Si bien la donación regular y planificada es importante, también debemos estar abiertos a actos espontáneos de generosidad. A veces, Dios coloca oportunidades en nuestro camino donde se necesita una donación inmediata (Hechos 4: 34-35). Este tipo de donación espontánea surge de un corazón que es sensible a la guía del Espíritu Santo y está listo para responder a las necesidades de los demás en cualquier momento. Refleja una disposición a confiar en las indicaciones de Dios y a actuar con fe, sabiendo que nuestras donaciones espontáneas pueden marcar una diferencia significativa en la vida de alguien.
¿Dónde debemos dar?
Aquí hay tres áreas clave en las que debe centrarse nuestro dar:
Apartar: El primer paso para dar es apartar sus ofrendas y diezmos, asegurándose de que estén destinados para Dios antes de distribuirlos. En el Antiguo Testamento, los israelitas recibieron instrucciones de separar cuidadosamente sus ofrendas, tratándolas como santas y dedicadas a Dios (Deuteronomio 15: 19, 20). Este principio sigue siendo relevante hoy en día. Antes de dar, ya sea nuestro diezmo o nuestra ofrenda voluntaria, primero debemos apartarlo colocándolo en un lugar específico en casa o apartándolo en una cuenta dedicada. Al hacer esto, reconocemos que esta porción pertenece a Dios y no debe usarse para ningún otro propósito. Este acto de separación nos ayuda a mantener una mentalidad de reverencia e intencionalidad en nuestro dar, asegurando que nuestras ofrendas se den con el corazón y la actitud correctos.
Dar a y a través de la iglesia local: El segundo lugar al que debemos llevar nuestras ofrendas es la iglesia local. En el Antiguo Testamento, Dios ordenó a los israelitas que llevaran sus diezmos y ofrendas al alfolí, que era parte del templo, para apoyar a los sacerdotes y la obra del templo (Malaquías 3: 10). En el Nuevo Testamento, este principio continúa cuando se anima a los creyentes a apoyar a la iglesia, el cuerpo de Cristo, para que pueda cumplir su misión de difundir el evangelio y servir a la comunidad. “Debe llevarse adelante la gran obra de la salvación de las almas. Él ha hecho provisión para esa obra por medio del diezmo y las ofrendas. Él espera que así se sostenga el ministerio del evangelio”.[v]
Dar donde haya una necesidad: También debemos dirigir nuestras donaciones a las áreas donde haya una necesidad. La Biblia enfatiza con frecuencia la importancia de cuidar de los pobres, los necesitados y los vulnerables. Proverbios 19: 17 dice: “A Jehová presta el que da al pobre; el bien que ha hecho se lo devolverá”. Además de nuestras contribuciones regulares a la iglesia local a través de nuestros diezmos y ofrendas, estamos llamados a ser sensibles a las necesidades de quienes nos rodean, ya sea en nuestras comunidades, en otros ministerios o en la obra misionera en todo el mundo.
¿Cómo?
En conclusión, es fundamental entender cómo las ideas obtenidas al responder las siete preguntas nos ayudan a acercarnos a Dios en nuestro camino como sus mayordomos. Debemos permitir que Dios escudriñe nuestros corazones y busque su guía para aplicar su llamado a nosotros a través de su Palabra (Salmo 139: 23, 24). También es importante seguir estudiando las Escrituras para obtener una comprensión más profunda de su plan. Por último, necesitamos confiar en el Espíritu Santo para que produzca los cambios necesarios en nuestras vidas a fin de llegar a ser más como Cristo (Zacarías 4: 6).
[i] Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 4 (Bogotá, Colombia: APIA, 2007), p. 468.
[ii] Elena G. de White, Consejos sobre mayordomía cristiana (Bogotá, Colombia: Asociación Publicadora Interamericana, 2005), p. 34.
[iii] Elena G. de White, Patriarcas y profetas (Bogotá, Colombia: Asociación Publicadora Interamericana, 2008), pp. 508-509.
[iv] Para obtener más información sobre el diezmo y su uso, consulte General Conference of Seventh-day Adventists, Tithing Principles and Guidelines (Principios y pautas del diezmo de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día).
[v] Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1971), p. 241.