La ofrenda como regalo[1]

Las ofrendas tienen una naturaleza múltiple; en otras palabras, se manifiestan de varias maneras y sirven para varios propósitos. Las ofrendas son múltiples porque son nuestra respuesta a la gracia de Dios, que también es múltiple (1 Pedro 4: 10).

Las ofrendas son, ante todo, regalos que damos a nuestro Creador. Las palabras más utilizadas en el Antiguo Testamento para referirse a las ofrendas son minchah y qorban, que significan “regalo, tributo”. En el Nuevo Testamento, las palabras son doron y prosfora, que significan “regalo” y “algo dado voluntariamente”, respectivamente. Una ofrenda es, por tanto, un regalo que damos a Dios. Puede parecer absurdo, podemos considerarlo ridículo, pero esa es la realidad. Las ofrendas son un regalo que una criatura completamente dependiente, que no puede producir nada por sí misma, le da al Creador y Soberano del universo, quien es dueño de todo. Dado que se da voluntariamente, dar una ofrenda, tanto el acto en sí mismo como la cantidad ofrecida, se convierte en una de nuestras experiencias de adoración más significativas. Además, las ofrendas son quizás una evidencia indiscutible del estado de nuestra relación con el Señor.

Hay varias razones por las que damos regalos, pero su propósito básico es mostrar amor o devoción y también iniciar o fortalecer una relación afable con los demás.

Los regalos tienen un gran valor simbólico. Un regalo, a veces, representa al dador. La finalidad de este tipo de obsequio es que quienes lo reciben recuerden a la persona que se lo entregó. En ese caso, los obsequios están íntimamente relacionados con los oferentes, sus logros, productos, trabajos o un rasgo esencial del dador. Estos regalos pueden simbolizar el deseo de una persona de ofrecerse como regalo.

Un obsequio también puede representar el conocimiento del donante sobre el que recibe el obsequio y su interés en ellos. Esos regalos se eligen con mucho cuidado. Son el resultado de haber observado detenidamente al receptor y sus necesidades. Su propósito es comunicar no solo afecto y aprecio a quien recibe el regalo, sino también suscitar el interés personal de quien lo recibe.

Finalmente, algunos regalos simbolizan una ocasión especial. Su propósito es traer a la mente un evento significativo para ser celebrado o recordado. Esos regalos fomentan la reflexión, la celebración o la gratitud.

El alto valor simbólico de los regalos significa que no todos son aceptables. De hecho, algunos regalos son ofensivos. Un regalo elegido con descuido comunica falta de interés. La ausencia de un regalo puede comunicar una relación inexistente. Un regalo defectuoso, o un regalo dado por obligación, comunica indiferencia y puede incluso significar rechazo o desdén.

Nuestras ofrendas le dicen a Dios lo que sentimos por él. Los diezmos expresan nuestro reconocimiento de que Dios es nuestro Señor, el Dueño y Creador de todas las cosas. Por otro lado, las ofrendas expresan nuestro afecto y devoción hacia Dios como nuestro Padre, quien nos ama profundamente, nos guía y protege, y se interesa personalmente por nosotros. Los diezmos pertenecen al ámbito del deber; las ofrendas, al reino del amor.

Por eso Dios no acepta toda ofrenda. Por ejemplo, rechazó la ofrenda de Caín (Génesis 4: 1-7). Caín y Abel habían sido instruidos sobre el significado de los sacrificios y sabían que sacrificar un cordero significaba reconocer que habían pecado y aceptar a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Génesis 3: 15; Isaías 53; Juan 1: 29). Cuando Caín decidió ofrecer solo los mejores frutos de la tierra, rechazó su condición de pecador y la promesa de redención por medio de Jesucristo. Su ofrenda fue un sutil reproche a Dios por haber expulsado a sus padres del Edén.[2]

Asimismo, cuando los hijos de Israel desobedecieron los mandamientos del Señor, él rechazó sus ofrendas y las consideró una abominación (Amós 5: 22; Isaías 1: 13). Cuando traían ofrendas defectuosas a Dios, es decir, animales enfermos, ciegos o cojos, él lo consideraba un insulto (Malaquías 1: 6-11). De la misma manera, cuando alguien da sus ofrendas por obligación o de mala gana, entristece e insulta a Dios (2 Corintios 9: 7).

¿Cómo debemos dar?

Si la ofrenda es nuestro regalo a Dios, el propósito de un regalo es mostrar amor y devoción a la persona que amamos. 2 Corintios 9: 7 dice: “Dios ama al dador alegre”, porque la alegría en el corazón del dador es evidencia de su sinceridad. Lo opuesto a la alegría es la tristeza o pena por haber dado.

La Biblia menciona cuál debe ser nuestra actitud cuando damos donaciones a otras personas. Romanos 12: 8 dice que aquellos que dan, ya sea comida, parte de su riqueza o parte de sus posesiones para ayudar a otros, deben hacerlo con generosidad. La palabra “generosamente” traduce la palabra griega japlotēs, cuyo significado básico es sinceridad. El pasaje también dice que aquellos que muestran misericordia a los demás deben hacerlo con alegría. La actitud que Dios quiere que tengamos cuando damos a los demás debe ser la actitud que mostramos cuando damos nuestras ofrendas a Dios.

Aquellos que dan con alegría muestran el profundo amor y devoción que sienten por su Creador. Él es dueño de todo, no necesita nuestras ofrendas, pero nuestras expresiones de amor son muy valiosas para Dios. Por eso Jesús dijo de la viuda que echó dos blancas en el arca de las ofrendas, que ella había dado más que los ricos, porque la devoción y el sacrificio que motivaron su ofrenda le dieron un valor más alto a los ojos de Dios (Lucas 21: 1-4). Marcos 12: 33 dice que amar a Dios “con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios”.[3]


[1] Taken from Félix H. Cortez, God Will Provide: Tithes, Offerings, and Our Spiritual Life (Doral, FL: IADPA, 2021), pp. 83-86, 99, 100.

[2] Elena G. de White, Patriarcas y profetas (Bogotá, Colombia: Asociación Publicadora Interamericana, 2008), pp. 51-52.

[3] Todas las citas bíblicas son de la versión Reina-Valera 1995 Reina-Valera 95® © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.

Félix H. Cortez

Félix H. Cortez es profesor de Literatura del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día de la Universidad de Andrews.