Aunque era hijo de pastor, no era muy “religioso.” Así que, nunca hubiera sospechado ese sábado por la mañana en la década de 1970 que estaba a punto de escuchar un sermón que terminaría convirtiéndome en alguien que prometería [Promisor][1] (esta historia se contó en otro artículo)[2]. Con fuerte convicción, dudaba de hacer un voto, sabiendo lo serio que es hacer un voto y no cumplirlo (Eclesiastés 5: 4). De alguna manera me impresionó que si perdía esa convicción, nunca tendría otra oportunidad. Además, al hacer un voto, sabía que me animaría a confiar más en Dios. Y esta era mi mayor necesidad.

Josino Campos, que era un pastor sabio y piadoso, trató de animar a su numerosa congregación. Para aquellos que temían hacer votos, dijo que si bien es cierto que no podemos hacer nada sin Jesús (Juan 15: 5), también es cierto que “todo lo puedo en Cristo que nos fortalece” (Filipenses 4:13). Especialmente para lograr lo que es bueno, ¿no ayudaría Jesús?

Ese día entendí que al no hacer votos específicos sobre las ofrendas regulares y sistemáticas (Promesa), dejaría una puerta abierta para que mi corazón tomara el control del proceso de dar, con peligrosas consecuencias, porque no se puede confiar en el corazón.[3] Después de un proceso difícil, finalmente prometí ese día convertirme en alguien que se compromete [Promisor] por el resto de mi vida. Mirando hacia atrás, puedo ver cuán grande fue el impacto de esa decisión en mi vida espiritual y en la vida espiritual de mi familia.

Entonces, si usted también está considerando en oración hacer un voto de convertirse en Promisor, pero quiere saber cómo hacerlo, permítame compartir con usted seis puntos o principios que han sido adoptados por un grupo significativo de adventistas de todo el mundo, incluyéndome a mí mismo:

  1. Propósito (2 Corintios 9: 7). Campos nos dijo ese sábado que el mejor momento para decidir si ofrendaremos o no, o cuánto deberíamos dar, es difícilmente dentro de la iglesia cuando pasan el plato de las ofrendas. Si no decidimos de antemano, utilizando los principios revelados por el cielo, podemos terminar dando más de lo que sería razonable, o incluso no dar nada, cuando sería correcto hacerlo. Pero si, en respuesta a la invitación de Dios, prometo adoptar los principios de dar revelados por el cielo, podré evitar la carga frecuente de decidir “si” daré en ese momento o no; y si doy, “cuánto” debería ser.

Mientras leía 2 Corintios 9: 7, el pastor Campos nos enseñó acerca de la importancia de previamente “tener un propósito” o hacer un “propósito” constante en nuestro corazón acerca de las ofrendas, algo que duraría. En mi voto de ese día, decidí incluir los puntos restantes.

 

  1. Regularidad (Proverbios 3: 9, 10). Al explicar Proverbios 3: 9, 10 y Malaquías 3: 8-10, el pastor Campos dejó claro que la regularidad de mi ofrenda debe basarse en la regularidad de dar de Dios. Damos después de que él nos da un ingreso o un aumento.

Si estuviera regulado por mis emociones, la simpatía por alguien o algo, o incluso por las necesidades de la iglesia, mi ofrenda correría el riesgo de no reflejar el reconocimiento de la ofrenda de Dios. En cambio, se volvería esporádica, intermitente o incluso ausente, dependiendo de mis impulsos o percepciones defectuosas y en función de mis emociones inconstantes, que son cambiantes y poco confiables. También podría verse restringida por mi conocimiento limitado de las necesidades misioneras, o estar sujeto a llamados ocasionales desde el púlpito o por mi simpatía por los misioneros o ministerios. Pero, ¿qué pasa si no hay apelaciones desde el púlpito, si las iglesias están cerradas, si mis emociones no responden o si simplemente no conozco ningún proyecto misionero relevante?

Campos dijo que según la Biblia, mi ofrenda debe ser tan regular como el Señor me dé un ingreso o un aumento, como un acto de adoración a Dios, y no como un intento de “ayudar” a la iglesia. En realidad, debemos dar en reconocimiento de haber sido ayudados por él. Al adoptar una regularidad basada en el dar de Dios y reconocer que él es siempre el primero en dar, mi ofrenda nunca se convertirá en un intento de ganar mérito. En cambio, será una respuesta agradecida a su provisión.

 

  1. Sistema (Deuteronomio 16: 17; 1 Corintios 16: 2). Otra cosa que aprendí de mi pastor es que la Biblia alude al sistema proporcional (basado en porcentajes) como una manera justa de honrar al Señor con mis ofrendas regulares. (Más tarde descubrí que los escritos de Elena G. de White son aún más explícitos al respecto[4]). Al adoptar ese método proporcional justo, la cantidad dada se ajustará a medida que se ajusten mis ingresos o aumentos. Cuando recibo más, doy más; cuando recibo menos, doy menos. “Y si no recibes nada (o cero)”, dijo el pastor, “no das nada y eres fiel”, porque cualquier proporción de cero siempre es cero.

Aunque los diezmos y las ofrendas (regulares) están bajo el mismo sistema (proporcional),[5] la diferencia aquí, nos dijo el pastor, es que para el diezmo Dios ya había fijado el porcentaje, mientras que para la ofrenda regular, tenemos el privilegio de elegirlo en oración, de acuerdo con nuestra gratitud. Puede ser menor, igual o mayor que el diezmo. Si bien el porcentaje del diezmo nunca se puede ajustar, todo creyente debe considerar aumentar la proporción de sus ofrendas.[6]

Al decidir dar en proporción a la bendición (un porcentaje de la misma), nos reconocemos no como dueños de los recursos, sino como socios del Dueño, conductos de sus posesiones que transitan por nuestras manos. Entonces, cada vez que Dios necesite proveer de medios a su obra, los enviará a través de nosotros, los conductos sin obstrucciones de Dios. De esa manera, también seremos bendecidos, ya que “el que sacia, él también será saciado” (Proverbios 11: 25).

  1. Prioridad (Mateo 6: 33; Proverbios 3: 9, 10). En Proverbios 3: 9 el Señor también me anima a traerle “las primicias de todos tus [mis] frutos”, que considero ser la primera y la mejor En Mateo 6: 33 Jesús nos dice que le demos a Dios el primer lugar en todo aspecto de la vida, lo que incluye las finanzas, de manera obvia. Y si lo hago, al devolver mi diezmo y la Promesa a él “antes de gastar nada”,[7] se abrirá la puerta para que él cumpla esas dos promesas: “y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6: 33), y “tus graneros estarán llenos con abundancia” (Proverbios 3: 10).

 

  1. Período: Uno debe decidir cuánto tiempo durará su voto o la proporción elegida. Aunque he decidido ser una persona que promete [Promisor] por el resto de mi vida, suelo renovar mi voto cada 31 de diciembre al atardecer.

 

  1. Distribución (Hechos 1: 8; Apocalipsis 14: 6). La forma en que distribuyo mis ofrendas regulares se vio muy afectada por la comprensión de la amplitud territorial y étnica de la comisión misionera de Hechos 1: 8, confirmada también en Apocalipsis 14: 6. Y la razón principal por la que nos agrupamos en iglesias, y las iglesias se agrupan en asociaciones, y las asociaciones en uniones, es para reunir nuestros recursos humanos y materiales, como un ejército, para cumplir con esta comisión. Nunca podríamos lograrlo solos o divididos, ni de corazón ni de bolsillo.

Esa comisión establece que nuestro alcance misionero debe comprender tres instancias: (1) Jerusalén, que representa el trabajo misionero realizado donde vivo (nuestra iglesia local y sus proyectos misioneros); (2) Judea y Samaria, que representan la obra misional regional (realizada a través de mi asociación/unión/división); y (3) hasta lo último de la tierra, que puede representar la obra misionera internacional. En la Iglesia Adventista del Séptimo Día ese trabajo internacional es coordinado por la Asociación General. La obra misionera en esos tres casos debe ser sostenida por mis ofrendas, ya que el diezmo, según la indicación de Dios, debe usarse exclusivamente para el sostenimiento del ministerio autorizado.[8]

Y esa distribución tripartita es exactamente lo que sugiere el Plan de Ofrenda Combinada (también llamado Plan de Ofrenda Única),[9] que adopté. Votado en 2002 por la Asociación General como el plan de ofrendas recomendado para las divisiones mundiales. Este plan ya lo practican diez divisiones y campos adjuntos, que comprenden más del noventa por ciento de la población adventista mundial. Se diseñó para brindar apoyo equitativo a todos los esfuerzos y territorios misioneros autorizados en todo el mundo, pero con una provisión especial para la iglesia local, cuyo costo operativo tampoco puede ser soportado por el diezmo.[10] Después de todo, la iglesia local es donde se genera y se nutre a la mayoría de los miembros.

De acuerdo con este sabio plan de distribución, un 50-60 por ciento sugerido de todas las ofrendas no asignadas se aplica a la iglesia local para apoyar su operación y los esfuerzos misioneros locales; 20-25 por ciento debe ser dirigido a apoyar iniciativas misioneras a nivel regional (asociación/unión/división); y el veinte por ciento se enviará al fondo misionero de la Asociación General llamado “Presupuesto Mundial”,[11] regresando al nivel local como asignaciones o servicios. Esos recursos se aplican donde más se necesitan, incluso donde no hay miembros adventistas que den ofrendas, o donde los ingresos por ofrendas son muy bajos. Este plan de distribución, parecido a la distribución del diezmo, puede ser una de las razones (junto con el plan de distribución del diezmo) por las que la Iglesia Adventista está presente en 213 de los 235 países y áreas del mundo reconocidas por las Naciones Unidas.[12]

Pero, ¿qué pasa con las ofrendas especiales? De acuerdo con lo propuesto por el Plan de Ofrenda Combinada, soy libre de darlas, pero idealmente, solo por encima y más allá de mi Promesa. ¿Por qué? Porque no podemos arriesgar todo el cuerpo mientras intentamos ayudar a una extremidad. La necesidad de ningún miembro justificará dejar todo el cuerpo desatendido. Al invertir nuestros recursos juntos, nos volvemos más fuertes y más grandes, lo hacemos mejor y más rápido.

Pero como mi ofrenda se fusionará con las ofrendas de mis hermanas y hermanos de todo el mundo, necesito renunciar a mi deseo natural de ser reconocido y elogiado como un “donante” o “benefactor,” y por lo tanto, ningún destinatario final me reconocerá ni alabará. Tal vez nunca reciba una llamada de reconocimiento, una carta de agradecimiento, que mi nombre se escriba en una pared de honor o que me inviten a una cena de donantes. Pero estoy seguro de que esto es exactamente lo que estoy llamado a hacer. En realidad, tengo una “cena” diferente en mente, ¡la que reunirá todos los redimidos alcanzados por las ofrendas de todos nosotros!

Al adoptar este plan, nunca cesará un flujo bendito de recursos, ¡y las puertas del cielo se abrirán para muchos en esta generación! Me complace saber que las partículas de mi ofrenda, si se distribuyen, llegarán incluso a lugares y proyectos que solo conoceré en el cielo. Y, por cierto, ¡el cielo lo notará (Hechos 10: 4)!

Quiero ser parte de esta corriente desinteresada e ininterrumpida que proporcionará los recursos para la proclamación final del evangelio a cada nación, tribu, pueblo y lengua, y de todas las formas posibles, ¡porque Jesús viene ahora! ¿Qué de ti?

 

Por Marcos Faiock Bomfim

Departamento de Mayordomía de la AG

[1] Alguien que ha votado para dar la Promesa, que es un nombre que se usa para identificar la ofrenda regular y sistemática. Se promete a Dios como un porcentaje (este es el sistema) de cada ingreso o aumento (esta es la regularidad). Lea más en Marcos Faiock Bomfim (enero-marzo 2020), “What Is ‘Promise?’” [¿Qué es la Promesa] Dynamic Steward, vol. 23. no 1, pp. 12, 13; disponible también en https://stewardship.adventist.org/what-is-promise.

[2] Faiock Bomfim, M. (Oct. 2016), “The Day I Became a Promisor”, [El día que me convertí en alguien que promete] Dynamic Stewards??(?), 3 (https://stewardship.adventist.org/2016-20-4.pdf).

[3] Ver, por ejemplo, Jeremías 17: 9 y Proverbios 14: 12, así como Elena G. de White, Consejos sobre mayordomía cristiana (Bogotá, Colombia: Asociación Publicadora Interamericana., 2005), pp. 28, 85, 86.

[4] Al escribir sobre las ofrendas proporcionales, la hermana White con frecuencia menciona los diezmos y las ofrendas en conjunto, e identifica ambos bajo el mismo sistema. Ver, por ejemplo, Consejos sobre mayordomía cristiana (Bogotá, Colombia: Asociación Publicadora Interamericana., 2005), pp. 78, 85, 211; y Testimonios para la iglesia (Bogotá, Colombia: Asociación Publicadora Interamericana, 2003), t. 1, p. 476.

[5] Elena G. de White, Consejos sobre mayordomía cristiana (Bogotá, Colombia: Asociación Publicadora Interamericana., 2005), p. 78 (último párrafo).

[6] Ibíd., p. 211.

[7]  Ibíd., p. 86.

[8] Acerca de cómo se puede usar el diezmo, ver Números 18: 21, 24; Elena G. de White, Consejos sobre mayordomía cristiana (Bogotá, Colombia: Asociación Publicadora Interamericana., 2005), pp. 106-112; y General Conference Working Policy [Póliza de trabajo de la Asociación General], 2019-2020, V 14, p. 628.

[9] Ver Marcos Faiock Bomfim (octubre-diciembre de 2019), “Combined to Grow—Reasons for the ‘New’ Offering Plan”, [Combinados para crecer: razones para el “nuevo” plan de ofrenda] (https://stewardship.adventist.org/2019224.pdf).

[10] Ver la nota final no 6.

[11] Entre los destinatarios del Presupuesto Mundial se encuentran las divisiones mundiales (varias asignaciones; se aplica cuando el presupuesto del diezmo no es suficiente o en lugares nuevos), Radio Adventista Mundial, Hope Channel International, Misión Global, Universidad de Andrews, y Universidad de Loma Linda.

[12] Estadísticas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día Mundial 2016-2017 (https://www.adventist.org/articles/seventh-day-adventist-world-church-statistics-2016-2017/), recuperado el 16 de junio de 2020.