La relación es la motivación fundamental para la fidelidad.

UNA CUESTIÓN DEL CORAZÓN

Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», así lo declaró Jesús en Mateo 6: 21. Este es un precepto que ha pasado la prueba del tiempo, no solo en asuntos espirituales, sino también en todos los aspectos de la vida. Sin embargo, lo contrario es igualmente cierto: «Donde está el corazón, también estará tu tesoro».

En el 2004, Golda Bechal murió y dejó su herencia completa, valorada en aproximadamente quince millones de dólares para Kim Sing Man y su esposa, Bee Lian Man. La familia Man era dueña de un restaurante chino en Witham, Essex, en el Reino Unido. Golda Bechal tenía varias sobrinas y sobrinos a quienes podría haber dejado su enorme fortuna, pero decidió dejarla en manos de los Man, porque, en su opinión, eran los únicos que realmente se preocupaban por ella. Eran sus amigos. Los Man la visitaban todos los domingos después de que su esposo falleciera, y ella llegó a ser como miembro de su propia familia. El señor Man regularmente le preparaba el plato que le gustaba. La señora Bechal se sintió atraída por los Man; había un vínculo emocional con ellos, un vínculo que ella no sentía que tenía con sus propios familiares. Así que dejó su dinero a las personas que amaba y que ella sentía que la amaban. Ella puso su tesoro donde estaba su corazón.

Las personas generalmente están dispuestas a dar sus recursos a cualquiera y con quienquiera se sientan relacionados. Cuando los miembros sienten un vínculo emocional con su iglesia, también pondrán su tesoro donde está su corazón. Ese tesoro puede venir en la forma de su tiempo, su influencia, sus dones o su dinero. A menudo, las solicitudes de ayuda de diversos ministerios o más fondos para realizar mejoras en el edificio de la iglesia o en el programa de la iglesia parecen caer en oídos sordos. Esto se debe en gran parte a que estos llamamientos les parecen a nuestros miembros que están basados en la obligación y el deber en lugar del amor a Cristo y amor por la iglesia, la Asociación y la Misión. Si bien el deber y la obligación tienen su lugar, a menudo no rinden mucho y no son una base sostenible para dar a la iglesia y a la obra de Dios. Este enfoque a menudo provoca una actitud poco entusiasta hacia el dar. Pablo entendió esto cuando escribió en 2 Corintios 9: 7: «Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría» (NIV).

Elena G. de White está de acuerdo con Pablo al decir: «Dios se deleita en honrar la ofrenda del corazón que ama, dándole la mayor eficacia en su servicio. Si hemos dado nuestro corazón a Jesús, le traeremos también nuestros donativos. Nuestro oro y plata, nuestras posesiones terrenales más preciosas, nuestros dones mentales y espirituales más elevados, serán dedicados libremente a Aquel que nos amó y se dio a sí mismo por nosotros». (El Deseado de todas las gentes, cap. 5, p. 46).

Entonces, ¿qué pueden hacer los líderes de la iglesia para garantizar que lo que la iglesia experimenta sea un asunto del corazón, de que los miembros tengan una relación afectiva con la iglesia y el Señor de la iglesia, y al hacerlo, estén dispuestos a entregarse a sí mismos y sus recursos, no porque tienen que hacerlo sino porque quieren hacerlo? Aquí hay dos medidas importantes y prácticas que los líderes pueden tomar:

Los líderes de la iglesia deben estar entusiasmados con lo que Cristo está haciendo en sus propias vidas y en las vidas de los demás. Esta ha de ser una característica constante en sus interacciones personales con los miembros y en sus declaraciones desde el púlpito. Tienen que estar entre aquellos que siempre están testificando sobre la mano providencial de Dios en sus vidas. Cuando los líderes espirituales rebosan de vitalidad acerca de la obra de Dios en sus vidas y en el mundo, su actitud se vuelve contagiosa; los miembros se «contagian» y sienten que son parte de algo especial y grande. Lo contrario es igualmente cierto: los líderes de la iglesia que simplemente siguen las propuestas y no muestran entusiasmo por ser discípulos de Cristo, inevitablemente fomentan la misma actitud por parte de los miembros. Los miembros no estarán entusiasmados con Jesús y su reino a menos que modelemos ese entusiasmo. Un líder de iglesia cuyo rostro «brilla» con la presencia de Cristo y cuya actitud irradia la morada del Espíritu Santo es un instrumento convincente e inspirador en la mano de Dios.

Las personas generalmente están dispuestas adar sus recursos a cualquiera y con quienquiera se sientan relacionados.

Los miembros de la iglesia deben experimentar el cuidado continuo de los líderes. Al igual que la familia Man visitaba a la señora Bechal continuamente, los líderes de la iglesia deben visitar de manera regular a los que están bajo su cuidado espiritual. En Hechos 20: 28, Pablo les dice a los ancianos de Éfeso: «Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto a ustedes como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre» (NVI). No todas las visitas deben realizarse en el hogar. Se puede hacer una visita durante el almuerzo en un restaurante, conversando por teléfono, enviando una tarjeta o un correo electrónico. Lo importante es que estemos en contacto con nuestros miembros de forma regular.

En una encuesta sobre la visitación a los miembros, realizada en la iglesia de Sligo, cerca de Washington, DC, por su primer anciano, Erwin Mack, en enero de 2018, los encuestados expresaron las siguientes preferencias para ser contactados por los líderes de la iglesia (pastores y ancianos):

Estas cifras nos dicen que a pesar del hecho de que la mayoría de los miembros no necesariamente desean ser visitados en sus hogares, aún esperan que sus líderes se mantengan en contacto con ellos y, al hacerlo, demuestren el rostro solícito de la iglesia. Ninguno de los miembros que participaron en la encuesta quiso ser ignorado.

Pastorear requiere cercanía a las ovejas, que en nuestro caso son nuestros miembros. Esta cercanía no se puede lograr simplemente viendo a los miembros en el culto de adoración el sábado. Visitar a nuestros miembros regularmente, sea cual sea la forma de visita, es un gesto del cuidado y la preocupación de la iglesia por cada miembro. Más importante, es una manifestación del cuidado que Jesús tiene de su pueblo. «La visitación pastoral reconoce que Dios nos llama a cuidarnos unos a otros y a modelar el tipo de cuidado que Dios da. Cuando uno está enfermo, hospitalizado, institucionalizado o encerrado, los ministros o los ancianos visitan a la persona o a la familia para escuchar, cuidar e intentar encarnar y compartir el amor que Dios tiene por cada persona» (Elisa Harris).

En mi experiencia como presidente de Asociación, fue instructivo ver cómo aumentaban o disminuían las donaciones en una iglesia o distrito pastoral en respuesta a la calidad del liderazgo provisto. Al estudiar los patrones de donación de varias iglesias durante un período de tiempo, mis compañeros oficiales y yo descubrimos que las donaciones siempre disminuían bajo el liderazgo de un pastor en particular, sin importar en qué iglesia se colocara; mientras que en el caso de otro pastor, las donaciones siempre aumentaban dondequiera que iba. La diferencia no radicaba en la capacidad de los pastores en el púlpito, sino en la calidad de la atención brindada a los miembros. Los miembros que se sentían amados y cuidados por su pastor estaban motivados a dar más de sí mismos: su tiempo y sus medios a la iglesia; los que se sintieron desatendidos y descuidados dieron menos. Los ancianos tienen una importante responsabilidad al trabajar con su pastor para mostrar el rostro cariñoso de nuestro Señor a sus miembros.

Por supuesto, el cuidado de nuestros miembros no debe emprenderse por el motivo de aumentar los ingresos de la iglesia, sino hacerse por causa de Jesús y por el amor que tenemos por nuestros miembros. Un resultado natural de esta conexión del corazón de Jesús-líder-miembro suele ser una respuesta generosa de darse uno mismo, su tiempo y sus medios para edificar el reino de Dios. ¡Es un asunto del corazón!

DON MCFARLANE

Don McFarlane, Originario de Jamaica, trabajó como pastor, director departamental y administrador de la iglesia en la Unión Británica y en la División Transeuropea durante treinta y tres años. En los últimos siete años ha sido el pastor para la administración y los ministerios para adultos en la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Sligo.