Empoderar a las familias para que sean autosuficientes
Dynamic Steward: ¿Tenemos, como creyentes, una responsabilidad hacia los pobres y necesitados?
Elena G. de White: Algunos hombres y mujeres de Dios, algunas personas de discernimiento y sabiduría, debieran ser designadas para atender a los pobres y menesterosos, en primer lugar a los de la familia de la fe.
Los que tienen talentos y capacidades deben usar esos dones para bendecir a sus prójimos, trabajando para colocarlos en una posición donde puedan ayudarse a sí mismos. Así debe usarse para su mejor propósito la educación obtenida en nuestros colegios.
DS: ¿Cuáles podrían ser otras causas de la pobreza además de las “desgracias” de la vida?
EGW: Hay una clase de pobres en la iglesia que no están libres de la tentación. Son malos administradores, no tienen un juicio sabio, quieren obtener medios sin esperar al lento proceso del esfuerzo perseverante. Algunos están en tal apresuramiento para mejorar su condición, que emprenden varias empresas sin consultar a los hombres de buen juicio y experiencia.
DS: Muchos están impresionados de trabajar por los más pobres, ¿tiene alguna advertencia que ofrecer?
EGW: Podemos errar al dar dádivas a los pobres que no resultarán en una bendición para ellos, induciéndoles a sentir que no necesitan esforzarse y ser económicos, pues otros no permitirán que ellos sufran. No debemos fomentar la indolencia ni propiciar hábitos de complacencia propia proporcionando medios para el abandono.
Podemos socorrer perjudicialmente a los pobres si les enseñamos a depender de los demás.
DS: Sus respuestas anteriores pueden parecer insensibles. ¿Cuál sería, por lo tanto, un enfoque apropiado al ministrar a los pobres?
EGW: En vez de estimular a los pobres a pensar que pueden conseguir que se les provea gratis o casi gratis lo que necesitan para comer y beber, debemos ponerlos en situación de ayudarse a sí mismos. Debemos esforzarnos por proveerles trabajo y, si es necesario, enseñarles a trabajar. Enséñese a los miembros de las familias pobres a cocinar, a hacer y arreglar su propia ropa, a cuidar debidamente su casa. Enséñese cabalmente a los niños y niñas algún oficio u ocupación útil. Debemos educar a los pobres para que se sostengan a sí mismos. Esto será un auxilio verdadero, porque no sólo les dará sostén propio, sino que los habilitará para ayudar a otros.
La verdadera beneficencia es algo más que mera limosna. Entraña también verdadero interés por el bienestar de los demás. Debemos tratar de comprender las necesidades de los pobres y angustiados, y darles la asistencia que mejor los beneficiará. Prestar atención, tiempo y esfuerzos personales cuesta mucho más que dar dinero, pero es verdadera caridad.
DS: ¿Cuál es el origen del concepto de depender de sí mismo o autosuficiencia?
EGW: Si los hombres se fijaran más en la enseñanza de la Palabra de Dios, encontrarían soluciones a problemas que los dejan perplejos. Mucho podría aprenderse del Antiguo Testamento respecto a la cuestión del trabajo y de la asistencia al pobre. En el plan de Dios para Israel, cada familia tenía su propia casa con suficiente tierra de labranza. De este modo quedaban asegurados los medios y el incentivo para ser posible una vida provechosa, laboriosa e independiente. Y ninguna especulación humana ha mejorado jamás semejante plan. Al hecho de que el mundo se apartó de él, se debe en gran parte la pobreza y la miseria que imperan hoy.
DS: ¿Puedes explicar cuán concretamente esto estaba sucediendo en el antiguo Israel?
En Israel se consideraba como un deber la educación industrial. Todo padre tenía obligación de enseñar a sus hijos algún oficio útil. Los mayores hombres de Israel fueron educados para desempeñar oficios. El conocimiento de las labores domésticas se consideraba indispensable para toda mujer. Y la destreza en el desempeño de estas tareas era honrosa para las mujeres de la clase más encumbrada.
En las escuelas de los profetas se enseñaban varios oficios, y muchos estudiantes se mantenían a sí mismos con su trabajo manual.
DS: ¿Qué relevancia tendría este modelo hoy en día?
EGW: El plan de vida que Dios dio a Israel estaba destinado a ser una lección objetiva para toda la humanidad. Si estos principios fueran practicados hoy, ¡cuán diferente sería el mundo!
DS: ¡Impresionante! Concretamente, ¿qué podría resolver la pobreza rampante y otras miserias que ocurren en nuestras ciudades superpobladas?
EGW: Si los pobres que atestan hoy las ciudades encontrasen casas en el campo, podrían no sólo ganarse la vida, sino recobrar la salud y gozar de la felicidad que ahora desconocen. Rudo trabajo, vida sencilla, estricta economía, y a menudo penalidades y privaciones, es lo que les tocaría, pero ¡qué bendición sería para ellos dejar la ciudad, con sus solicitaciones al mal, sus alborotos y sus crímenes, su miseria e impureza, para saborear la tranquilidad, paz y pureza del campo!
DS: ¿Nuestra responsabilidad se extiende a quienes viven en las zonas rurales?
EGW: La necesidad de tal ayuda e instrucción no queda circunscripta a las ciudades. Aun en el campo, a pesar de las posibilidades que hay allí para vivir mejor, hay pobres muy necesitados. Hay comunidades faltas de educación industrial y de higiene. … A esta gente se la ha de educar desde el mismo fundamento.
DS: ¿Puede un grupo especial de cristianos ayudar en esta obra hacia los pobres?
EGW: Los agricultores cristianos pueden desempeñar una misión verdadera, ayudando a los pobres a encontrar casas en el campo y enseñándoles a labrar la tierra y hacerla productiva. Pueden enseñarles también el uso de los aperos de labranza, los diferentes cultivos, la formación y el cuidado de los huertos.
Entre los que labran el suelo son muchos los que, por descuido, no tienen rendimiento adecuado. Sus huertos no están debidamente atendidos, las siembras no se hacen a tiempo, y el cultivo es superficial. Los tales achacan su fracaso a la esterilidad del suelo.
DS: Además de la agricultura, ¿podrían emprenderse otras líneas de ministerio para aliviar la pobreza?
EGW: Hay que prestar atención a la implantación de diversas industrias que puedan dar empleo a familias pobres. Carpinteros, herreros y, en una palabra, todo el que entienda de algún oficio, debe sentirse moralmente obligado a enseñar y ayudar a los ignorantes y desocupados.
En el servicio y asistencia de los pobres, hay ancho campo para la actividad de mujeres y hombres. Se necesita la ayuda de la cocinera entendida, de la mujer experimentada en el gobierno de la casa, de la costurera, de la enfermera — se necesita la ayuda de todos.
DS: ¿Quiere decir que nuestra responsabilidad misionera como creyentes va más allá de compartir el evangelio?
EGW: Se necesitan familias de misioneros que vayan a establecerse en regiones desoladas. Vayan a ocupar regiones desatendidas, buenos agricultores, hombres de finanzas, constructores y personas aptas en las varias artes y oficios, para mejorar las condiciones de aquellas tierras, implantar industrias, prepararse humildes viviendas y ayudar a sus vecinos.
Para regenerar y reformar han de unirse los esfuerzos físicos y el poder moral en nuestro empeño.
DS: ¿Cómo nos preparamos para este enfoque ministerial integral?
EGW: Hemos de procurar ganar conocimiento tanto en lo temporal como en lo espiritual, a fin de comunicarlo a otros. Hemos de procurar vivir el Evangelio en todo su significado, para que sus bendiciones temporales y espirituales puedan sentirse en todo lo que nos rodea.
Esta es una entrevista simulada de Elena de White realizada por Dynamic Steward. Todas las respuestas son extractos textuales del capítulo “Ayudando a los pobres a ayudarse a sí mismos” del libro Ministerio de la bondad. Se recomienda encarecidamente a nuestros lectores que lean el capítulo completo en https://whiteestate.org